martes, 8 de diciembre de 2020

Carta entrañable. Una visión diferente de la Misa tradicional


 En el pasado mes de septiembre dos miembros del grupo joven de nuestra asociación Una Voce Córdoba ingresaron en el Seminario de Wigratzbad, en Alemania, perteneciente a la Fraternidad de S. Pedro, una Sociedad de Vida Apostólica, nacida en 1991 bajo los auspicios del Cardenal Ratzinger (después Benedicto XVI) que celebra exclusivamente la Liturgia tradicional o Forma extraordinaria del Rito romano. Para la comunidad de fieles cordobeses de la Santa Misa Tradicional ha sido un honor inmenso y un signo de la bendición de Dios el hecho de que Él haya llamado al sacerdocio a dos de nuestros jóvenes.

Con ocasión de su ingreso en el Seminario, un hermano de uno de los nuevos seminaristas le ha dirigido una carta entrañable, para publicar la cual nos ha dado amplia licencia. Nosotros hemos extractado algunos párrafos que nos parecen del mayor interés por la visión que ofrece el remitente de la vocación de su hermano y de la Misa tradicional. Queremos remarcar que el autor de la carta es un joven que ha conocido la Liturgia tradicional por  medio de su hermano, sin que, al menos hasta ahora, haya sido un participante habitual en ella. La carta tiene el tono coloquial y familiar de quien escribe a alguien muy íntimo, sin intención de que fuera publicada.

El texto es inevitablemente fragmentario, porque nos hemos limitado a excluir párrafos de carácter personal y familiar, que no nos parecen de interés general, pero respetando por lo demás íntegramente el documento tal como fue escrito el pasado 22 de septiembre por su autor, al que agradecemos vivamente el gustoso placet que nos ha concedido para publicarlo.

 

 

…tú para mí, y sin temor equivocarme puedo decir que para el resto del mundo, eres un joven lleno de vida. Un ejemplo al que imitar. Una figura importante, valiente y plena que tiene mil y una cosas por hacer. Mil quinientas cimas que conquistar e infinitos corazones que alegrar…

Dios estaba jugando, una vez más, a ser el arquitecto de nuestras vidas. A ser el ingeniero jefe de la casa Ferrari y seguramente, desde arriba, no paraba quieto a risotadas viéndome inventar mientras moldeaba, despacito y con cuidado, con esa delicadeza tan peculiar que caracteriza las cosas de la Fe, el plan que tenía para ti. Esperando el momento oportuno para darte el empujoncito que tanta falta te hacía para tirarte al barro y empezar a pelear la batalla que hoy día sigues guerreando. Y es que tú, hermano, tú naciste para ser Sacerdote del Señor. Él, desde que naciste, te hizo especial y te tenía preparado un trono de oro macizo para que te sentases lo más cerquita posible de Él…

Hace poco más de un año decidiste retomar las riendas de tu vida dando un porrazo encima de la mesa. Quitándote prejuicios, obviando habladurías… y te adentraste de lleno en un mundo totalmente ajeno a la sociedad moderna del Siglo XXI. Las Misas Tradicionales. Allí, de la mano del Páter (tú me entiendes) empezaste a faenar con el latín, a orar de verdad, a estar en silencio y poco a poco comenzaste a vivir en Cristo y en su Madre, recuperando… el control de tu vida y, sobre todo, volviéndote a llenar, a cuenta gotas, de esa felicidad que hacía cinco años habías dejado atrás por el camino.

Para quien no lo sepa, las Misas Tradicionales son esas misas que se ofician por todo el mundo mundial en latín, de espaldas a los feligreses y que están repletas de silencios y movimientos de “arrodíllate/levántate y vuélvete a arrodillar” pero que, en nuestro país, a primera vista te lleva a la Vieja y Canosa España. A la España “facha” a la España desactualizada que no utiliza Instagram ni Twitter pero que lee el periódico, habla de toros, que se bebe el café matutino en vaso chico de caña y paga en pesetas. Una misa tan simple, pura y a la vez tan complicada. Una Iglesia propia de nuestros abuelos. Y esto…, esto en casa cayó como un jarro de agua fría. ¿No podías ser un tío normal, macho?, ¿hacer cosas normales?, ¿ir a misa los domingos como todos los que vivimos la Fe a la carta?

…mi hermano pequeño había entrado a formar parte de una secta peligrosísima y fachosa, pero ¿sabes qué? Eres tan cremoso que, gracias a tu obra, dejando a gente que quieres por el camino, has dado a conocer al mundo este tipo de Misa tan de Dios, tan pura, tan sencilla y tan de verdad.

Has conseguido hacer ver que la Misa Tradicional, si te envalentonas a conocerla, es una Iglesia repleta de juventud sana, de chavales/as adolescentes (ojo al lenguaje inclusivo que no queremos herir sensibilidades) y no tan adolescentes repletos de ganas de comerse el mundo. Una Iglesia sólida, de principios férreos como la defensa del Real Madrid (capitaneada por Ramos, seguido de Sanchís o Fernando Hierro).

Has conseguido que deje de verse el latín como una lengua Pársel propia de Harry Potter y la gente vuelva a interesarse por las cosas de verdad, las cosas que importan. No me cabe duda de que gente como tú hace falta en la Iglesia que tantas veces flaquea.

La Misa Tradicional es una misa de verdad, donde lo humano y lo divino se hacen uno en esa burbuja de silencio que te envuelve desde que comienza el Oficio. Una misa donde te encuentras lo mejor y lo peor de ti. Una misa donde, si te descuidas, lloras. Porque es una misa a la que se va para ser y no para estar. Ya está bien de esas “misas express” en las que miras el reloj y chistas si la homilía se alarga más de la cuenta. ¡Padre aligere que juega el Madrid a las 21:00h y he quedado con los chavales, hombre! Para “express” los Carrefour ¿no? Ya está bien de eso. Dios está para nosotros y nosotros, en estos tiempos, pocas veces para Él. La Misa Tradicional es tan necesaria como el respirar. Y lo dice tu hermano mayor, ese que no va nunca. Pero yo lo sé y te prometo que voy a empezar a visitar más esos ratitos de silencio que me regala tu casa, la Iglesia de Santa Ana. Esa que cae por la calle Jesús y María y que tiene unos escalones que para subirlos tienes que rezar por no romperte un ligamento cruzado.

Y es que… como tu hermano mayor, que te ha visto crecer, que tantas veces se ha peleado contigo, que tantas veces ha dormido y charlado contigo, que tantas y tantas veces se ha quedado en silencio a tu lado (pensando, enfadado o simplemente observándote), que tantas veces te ha dicho que te quiere, te digo ahora que contigo hay que tener el corazón asegurado a todo riesgo.

(Tus padres y hermanos) estamos tremendamente orgullosos de ti. De tu decisión, de tu valentía, de tus ganas, de lo que estás consiguiendo, del sufrimiento que has pasado y nos has hecho pasar porque todo esto, le pese a quien le pese, nos ha hecho ser un poquito más de Dios, un poquito más fuertes uniéndonos en Cristo y en María una vez más. Porque esta familia tiene algo y como siempre te ha dicho mamá, eres un solete y tus satélites te giran sin que tú nos lo pidas o te des cuenta.

El 14 de septiembre de 2020 dijiste sí al Señor y no he visto persona más feliz y plena en mi vida. Has sido una de las pocas alegrías que nos ha dado este año tan caprichoso. Bueno, qué tonterías digo, has sido una alegría y una bendición toda la vida…

Gracias por enseñarnos que existen nuevas y mejores emociones y hacer mayores nuestras alegrías. Te confieso que, desde hacía un tiempo, mi día a día no tenía mucha fuerza y desde tu decisión te ofrezco cada mañana y te rezo mucho…

No te entretengo más porque, hermano, "una de dos o no hablar o hablar de Dios, que en la casa de Teresa, esta ciencia se profesa". Pues eso... y yo ya he hablado bastante.

Que el Señor de la Humildad y Paciencia y Nuestra Señora de la Paz y Esperanza te cuiden y te guarden.

 

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