martes, 31 de diciembre de 2024

Homenaje a Benedicto XVI


 

En el segundo aniversario del óbito del inolvidable Benedicto XVI, tenemos el gusto de poner a la disposición de todos los hispanohablantes la homilía que el R. P. Louis-Marie de Blignières, FSVF, fundador de la Fraternidad San Vicente Ferrer, eminente figura de la salvaguarda de la misa tradicional desde los años 70 y, además, amigo personal del cardenal Ratzinger, pronunció en la misa de Requiem por el eterno descanso del papa alemán en el convento Santo Tomás de Aquino en Chémeré-le-Roi (Francia).

Benedicto XVI fue un alma contemplativa y de un singular celo apostólico, discreta y valiente, cooperador de la verdad, difusor del amor de Dios, defensor de la Iglesia y guardián de la tradición litúrgica y disciplinar católica. Él recordó a la Iglesia que “lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser  improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial”. Con su magisterio nutrió nuestro conocimiento y afianzó nuestra voluntad en las verdades eternas.

Agradecemos al R.P. Prior, Augustin-Marie Aubry, FSFV, y al R.P. de Blignières, FSFV, el permiso para publicar en castellano este sentido homenaje a Benedicto XVI en su dulce memoria.

 

Homenaje a Benedicto XVI

Para la Iglesia, Benedicto XVI fue, durante casi medio siglo, en contraste con el relativismo, el egoísmo y la desesperanza, una epifanía cristiana de la Verdad, la unidad y la alegría.

Colaborador de la Verdad

Lo que más destaca en el recorrido de Benedicto XVI es su preocupación por abrir a los hombres el camino de la verdad en el difícil contexto de la modernidad. Para lograrlo, comprendió los desafíos del momento: percibió la pérdida de la dimensión metafísica en la inteligencia humana y vió el declive de la teología de la Creación, que ve en la naturaleza y el cuerpo humano una expresión del mensaje de la sabiduría de Dios.

Esta perspectiva ha guiado su presentación doctrinal de la fe. De las conferencias sobre la catequesis en Lyon y París en 1983, hasta el Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendium en 1992 y 2005. Ella explica su insistencia en la armonía entre la fe y la razón, desde Veritatis Splendor y Fides et Ratio (en las que colaboró en 1993 y 1998), hasta los discursos de Ratisbona y del Colegio de los Bernardinos en 2006 y 2008, pasando por la maravillosa conferencia en la Sorbona en 1999 sobre el cristianismo como religio vera.

En nuestra época de vacilación y  de duda, recordó a una Europa que se hunde en el nihilismo la pertinencia de la ley natural, el respeto al ser humano y a la creación, y la necesidad de «hacer visible la fe como la alternativa que el mundo espera tras el fracaso de la experiencia liberal y marxista» (1).

Recuerdo el día en que le dije que fue gracias al amor a la Verdad que se reflejaba en sus obras que pude recuperar la comunión jerárquica... Me dio la sensación de que eso le conmovió.

Gracias, Benedicto XVI, por haber sido, para mí y para tantos otros, una encarnación atrayente del amor a la Verdad.

Artesano de la unidad

Toda su vida, Benedicto XVI fue sensible a la unidad como fruto y prueba de la Verdad. Esta preocupación estaba vinculada en él al cuidado de la continuidad del magisterio, que es su garante. Fue esta sensibilidad la que lo llevó a distanciarse rápidamente, después del optimismo en torno a la renovación esperada del Concilio, respecto de aquellos que veían en él la oportunidad de una revolución, un super-dogma y un comienzo absoluto. Esto explica la fundación de Communio como respuesta a Concilium.

Esta preocupación por la verdadera unidad fue la luz que guió sus acciones. Primero, su oposición como teólogo, luego como arzobispo de Múnich, al los von Rom (el distanciamiento de Roma). Más tarde, su rechazo a la ruptura sin precedentes introducida por la prohibición de los antiguos ritos.

Benedicto XVI tenía una profunda conciencia de que la unidad católica a lo largo del tiempo es garante de la unidad en la fe. A continuación, sus esfuerzos por corregir las falsas concepciones sobre la naturaleza del Pueblo de Dios, sobre las relaciones con otras religiones y sobre el ecumenismo... especialmente en el año 2000 con la declaración Dominus Iesus. Y, desde el 22 de diciembre de 2005, su deseo de interpretar el Concilio Vaticano II según una «hermenéutica de la reforma en la continuidad».

Finalmente, su lucha contra la decadencia de la cristología, a través de la lectura de la Escritura en la analogía de la fe. Lejos de un Jesús puramente empírico, Benedicto XVI devolvía su lugar central al título de Hijo en su sentido metafísico. Y se oponía a una noción burocrática de la comunión eclesial, al poner nuevamente en valor la realidad del Cuerpo místico, y la piedad filial hacia la Iglesia y de su ser histórico (2).

Recuerdo aquel día de julio de 1988, cuando, en compañía de los sacerdotes fundadores de la Fraternidad de San Pedro, le pregunté si había un lugar en la Iglesia para sacerdotes que nunca celebraran el nuevo rito y que nunca hicieran un cisma. Nos respondió: «La mano que la Iglesia tendió a monseñor Lefebvre sigue abierta para quienes deseen cogerla». (3)

Gracias, Benedicto XVI, por haber sido, para mí y para tantas personas, artífice de unidad en la Verdad.

Siervo de nuestra alegría

Un tema constantemente presente en Benedicto XVI es el de la vida eterna. Reaccionó contra la reducción horizontal de la escatología a la utopía de un «mundo mejor» y de la paz terrenal como bien último, utopía que, lamentablemente, ha llegado a ser «el verdadero objeto de la esperanza y el verdadero criterio ético». «Apenas la fe en la vida eterna juega ya un papel en la predicación actual», lamentó, viendo en ello «la amenaza de una reducción radical del contenido de nuestra fe» (4).

Todo su ministerio fue un himno a la esperanza en la vida eterna. Ciertamente, enfrentó los desafíos culturales y políticos de su tiempo, pero lo hizo como «siervo de nuestra alegría», según la definición de su ministerio petrino, dada durante su misa de entronización. Nuestra profunda alegría está en el Reino de Dios, en la caridad mutua de los cristianos, en las Bienaventuranzas del Sermón de la Montaña… que son el comienzo de la vida eterna.

¿Cuál es el matiz propio de Benedicto XVI en este servicio de la alegría cristiana? La belleza. La belleza de la liturgia, del arte cristiano, de la vida cristiana. A través de una valiente preocupación por la justicia, restableció los derechos del uso antiguo del Misal romano. Porque debe «gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo» (5), pero también por la belleza de este rito, que transmite la sacralidad y fomenta la adoración. «Había olvidado cuán profundamente las oraciones de este Misal llevan a la adoración», decía él después de haber celebrado nuevamente esta misa en una comunidad Ecclesia Dei. (6)

«La belleza es también reveladora de Dios», decía en Barcelona en 2010, «porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo». El amor por la belleza de la vida cristiana fue evidente en la forma en que Benedicto XVI combatió lo que la corrompía en la vida de la Iglesia. ¿De dónde le vino esa inusual valentía de decir siempre la verdad sobre el mal y la fealdad, desde su famoso libro Informe sobre la fe en 1985, hasta las medidas contra los escándalos de moralidad en la Iglesia, pasando por la predicación del Vía Crucis de 2005?

La respuesta está en su sensibilidad a la belleza del amor. En su radiante humildad. En su alegría espiritual. Sabía que el mal nunca es finalmente vencedor. Cuando Blaise Pascal habla de los santos y de Cristo, no podemos evitar pensar en Benedicto XVI: «Los santos tienen su imperio, su brillo, su victoria, su lustre, y no tienen necesidad ninguna de las grandezas carnales o espirituales [en el sentido de: intelectuales]. Los ven Dios y los ángeles, y no los cuerpos ni los espíritus curiosos: Dios les basta. […] Hubiera sido inútil a Nuestro Señor Jesucristo venir en rey, para brillar en su reino de santidad; pero vino perfectamente con el brillo de su orden.» (7)

¿Cuál es “El brillo de su orden”, para Benedicto XVI? El de la Verdad en la humildad. Como un Cordero de Dios, tocó los corazones por la grandeza de la inteligencia unida a la delicadeza del amor. «A la verdad le falta el poder directo, tanto más, cuanto más noble se presenta. […] Cuanto más noble es la verdad, tanto más fácil es que las realidades vulgares tiendan a soslayarla, ridiculizarla y tanto más necesitará gran prestancia de espíritu.» (8)

Gracias, Benedicto XVI, por haber sido, para mí y para tantas personas, un «amante de la belleza espiritual» (9) y un servidor de nuestra alegría.

R.P. Louis-Marie de Blignières, FSVF


NOTAS

1. « rendre visible la foi comme l’alternative que le monde attend après la faillite de l’expérience libérale et de celle de type marxiste » Traducción del traductor de la homilía. Discurso a los presidentes de las Comisiones doctrinales de las Conferencias Episcopales Europeas, 2 de mayo de 1989

2. Redescubrimiento al que contribuyeron los discursos de las audiencias de los miércoles sobre los apóstoles, los Padres de la Iglesia y los santos.

3. « La main que l’Église a tendue à Mgr Lefebvre reste ouverte pour ceux qui veulent la saisir ». Traducción del traductor de la homilía.

4. « C’est à peine si la foi en la vie éternelle joue encore un rôle dans la prédication aujourd’hui », « la menace d’une réduction radicale du contenu de notre foi ». Traducción del traductor de la homilía. Discurso citado del 2 de mayo de 1989.

5. Motu proprio Summorum Pontificum del 7 de julio de 2007, artículo 1.

6. « J’avais oublié à quel point les prières de ce Missel portent à l’adoration ». Traducción del traductor de la homilía.

7. Blaise Pascal, Pensamientos, Biblioteca virtual universal, 2003, n. 793

8. Romano Guardini, El Señor, Ediciones Cristiandad, 20063.

9. Regla de san Agustín.


R. P. Louis Marie de Blignières FSVF

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